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Por: Jairo Alberto Castrillón

Indignación en la cancha del Explorian Field de Orlando

Esto no es cuestión de pasión, no señor. Es un asunto de justicia y equidad que van en contra de quienes deben ejercer tan complicada labor. Sin embargo, para ser precisos, lo que más lastima es la pobreza del sujeto y lo borrascoso del horizonte en una recta final que cabalga urgida de óptimos y detallados ajustes.

Lo que sucedió el 31 de octubre de 2021 en el estadio Exploria de la ciudad de Orlando, antes más de 15 mil aficionados, es imperdonable. Un fiasco que produce vergüenza para una liga a la que llevo en la buena y respaldo con entusiasmo. Por eso no se admite que todo el fervor y la alegría, sin olvidar el dinero de las taquillas, merecen un respeto absoluto y es allí donde la MLS tiene que apuntarle a trabajar con árbitros calificados y de primer nivel que eleven la misma competición, si es que es la meta de un torneo que ahora se ve en más y más países.

Es imperdonable que el juez central del compromiso entre los leones púrpura y los canarios de Nashville, se haya ido del gramado sin un poco de rubor y se quede sin que se le juzgue por la falta de criterio para decidir una jugada que no ameritaba ningún tipo de discusión y mucho menos revisión porque la misma, como tal, nunca existió. De allí que el central del VAR, llamado Rosendo Mendoza, quien es un primerizo de escasos doce partidos como profesional, también tenga una responsabilidad enorme para el vil error. Claro, no se debe esconder que es absurdo que un novel de estas proporciones tenga toda la responsabilidad de manejar un instrumento al que muchos veteranos en el mundo del arbitraje todavía no saben utilizar.

No solo es monumental el error, sino que literalmente “despoja” a los leones —para decirlo sutilmente— la posibilidad de asegurar su paso a la postemporada, la cual queda postergada hasta el próximo fin de semana donde, inclusive, pudieran ser apeados si una combinación de resultados no se dan en caso de enfrentar la derrota ante Montreal, especialmente cuando estuvieron clasificados sin reparos por dos minutos.

La situación de la que todos hablan es la que se genera en el tiempo de alargue, con la pizarra igualada a uno y con un local haciendo más por la victoria. Alexander Pato, un virtuoso de cristal que se pasó toda la temporada entre algodones, con tan solo 104 minutos en cuatro partidos, remató un tiro libre directo a 24 metros de la portería del excelente arquero Joe Willis, que fue a pegar en el ángulo superior izquierdo. El balón toca el suelo y queda flotando con timidez, pero en ese momento aparece el espigado goleador Daryl Dike junto al defensor canadiense Alistair Johnston, quienes procuran el útil. Uno con ganas de darle el puntillazo final en dirección a la red, y el otro de mandarlo al carajo, como pudiera, pero sacarlo de ahí. Los dos jugadores se recargan legalmente el uno sobre el otro, no se tocan con los pies y caen el piso cuando cada uno intentó conectar el esférico infructuosamente. La bola, que seguía paseándose sin apuros, recibe el zapatazo furioso del juvenil Andrés Perea cuando este, impactando contra el vertical derecho por la velocidad, le ganó la intención a su compañero Kyle Smith y al volante Luke Haakenson, quienes también se esforzaron porque el balón terminara donde cada uno quería. Es más, después que se decreta el gol, los jugadores visitantes se taparon los rostro, se tomaron la cabeza de frustración, pero no hubo uno solo que levantara la mano protestando una presunta falta. Todos, con su actitud, aceptaban el desarrollo lógico del fútbol.

Al ver el útil adentro, en una acción legal, sin trampas, llena de valor y lucha deportiva, el grito del juvenil colombiano se unió a los miles de aficionados que deliraban con el logro. La gente saltaba y se abrazaba acompañando el esfuerzo de su equipo en la cancha, en medio de errores y aciertos, pero procurando siempre los tres puntos de la clasificación. Sin embargo, para sorpresa de todos, el señor Mendoza creyó haber visto una falta de Dike sobre el defensor canario y el discreto juez Allen Chapman (a quien ya han suspendido anteriormente), va, se asoma, da un ligero vistazo y de un manotón, sin ningún tipo de vergüenza, le robó la ilusión a los aficionados locales y al grupo de profesionales que había celebrado a rabiar la consumación de su esfuerzo. De un solo pitazo el señor Chapman y su discreto parecer, le puso otra mancha oscura al arbitraje de la MLS y abre serios cuestionamientos de cara a la serie de postemporada.

Es impensable que ante esta viva expresión de incapacidad e impotencia, la MLS se tenga que cubrir de negro y llorar la tragedia de lo discreto, por no tener en la lista un grupo de colegiados de mejor talla. Ya han pasado 26 años y tenemos una liga cabalgando por la ruta del acierto, de lo que se debe hacer en busca de la cúspide. El torneo empieza a recoger de su afición y la prensa especializada un cariño indefinido en las gradas y comentarios favorable por todo lo bueno que se ha sembrado, pero acciones como esta le meten una puñalada al esfuerzo, la seriedad y la dedicación de un grupo de grandes profesionales en la cancha y fuera de ella. Por favor señores, más seriedad y respeto por nuestro torneo.

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